Una cadena de miradas individuales componen a un personaje colectivo: el muchacho que en un momento de su vida tuvo acceso a una arma, la usó para matar, y pronto se volvió parte del crimen organizado. Un viaje a las entrañas del eslabón más frágil del crimen organizado, a un tiempo víctimas y victimarios, que nos confirma el dolor que significa tenerle miedo a un niño.